domingo, 26 de junio de 2011

El llanto imposible (III) final

E
lena tuvo que descender por una vereda de cabras, desde donde detuvo su utilitario hasta aquella angostura del arroyo formada por dos rocas calizas sajadas, al pie de las cuales se hallaba una profunda poza. Era el lugar indicado por el Caracoles.
La llegada de la noche, con el canto de las lechuzas y el viento intranquilizaba a quien no estuviera habituado al campo. Elena dejó su grabadora en marcha y trepó casi a tientas, con la ayuda de las retamas, hasta el vehículo. Dentro del habitáculo sintió un plus de seguridad.
Las tres cervezas, la música y el cúmulo de horas sin pegar ojo hicieron su efecto. Elena se quedó dormida en el asiento del copiloto hasta las cuatro de la mañana. La radio con un inusual volumen la arrancó de su modorra. Una voz masculina entonaba una copla andaluza:
Era Antoñita la del contrabando,
La del contrabando, contra viento y marea
La mocita más guapa, más “salá” y más bien “plantá”
Ay…, de “to” Sanlúcar
Ay…, la de “toíto” “Cai”
Los señoritos alfombraban de piropos su paso
Ella los sacudía como el Levante,
Como el Levante las cometas de los chaveas.
Cuentan que una “madrugá” por Bajo de Guía
Por Bajo de Guía se perdió con un marinero
Con un marinero de pelo ensortijado
Con un marinero y un bulto en el pecho
Antoñita y la compaña se perdieron
A bordo de un mercante de nombre extraño…
En este punto se interrumpió la radio, se apagó sin más. Ella recordaba que desconectó el aparato antes de dormirse. ¿A qué venía ahora esta copla? Trató de arrancar el coche y escapar de allí, pero la batería dio síntomas de agotamiento, aquel cacharro no andaba. No podía dejar la grabadora tirada allá abajo ni bajar a buscarla a oscuras. Esperó las primeras luces del alba y la recogió. El coche salió hasta la carretera remolcado por un tractor oruga. El rústico conductor era bastante apañado.
Las cinco primeras horas de audio solo contenían sonidos del campo. Los jadeos y gemidos de una pareja rozando el éxtasis del acoplamiento iniciaban la intervención humana. Un impacto como el de una piedra contra el charco cortó en seco la espiral del sexo.
-       Eladio: ¿Tú has escuchado eso? Alguien nos ha visto y nos tira piedras desde arriba.
-       Que no Antoñita, será algún bicho que ha caído al agua. Ven aquí mi niña que…
El mismo llanto del bebé, pero mucho más desesperado rasgó el barranco.
-       Quédate aquí mujer, que voy a averiguar qué clase de broma es esta. Como sea un guasón le voy a pegar un estacazo que lo voy a deslomar.
-       Ten mucho cuidado Eladio.
-       ¡Antoñita! Ven corriendo hay un niño chico en el agua, entre las adelfas está enredado.
-       ¿Cómo ha llegado esta criatura hasta aquí? A ver los pañales si pone algo…
-       Alguien con “mu” mala hiel lo habrá tirado desde arriba. Habrá que llevarlo a la Guardia Civil.
-       Sí, eso para que las malas lenguas del pueblo me despellejen, o lo peor me metan presa.
-       Pues a ver qué hacemos Antoñita, porque el Kyrenia zarpa a las ocho para Malta, no querrás que me lo lleve de polizón.
-       Tú solo no. Nos vamos los tres a ese país que tiene nombre de café del malo.
-       Eso y al capitán lo tiramos por la borda. Tú estás como una cabra.
-       Según tú, ese tío le pega bien al “trinqui”, le llevamos una arroba de manzanilla y tabaco americano. De la papalina que pilla ni se entera.
Mercante anclado en la bahía de Málaga. Parte de la inspiración.
En el archivo de la Capitanía Marítima de Cádiz figuraba el Kyrenia: Fondeado en Bajo de Guía el quince de junio de 1931 para reparaciones en el timón. Levó anclas el veintitrés, en lastre, con destino a La Valetta. Tanto el manifiesto, el rol como la pacotilla no presentaban alteraciones.
PD. Esto ha sido un cóctel de fantasía y pinceladas de leyendas. Me costó encorsetarlo en un relato corto, a veces mi imaginación se pasa de vueltas.

Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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Tratando la conjución de ocurrencias e imágenes. No pongo música porque se cabrean los de la SGAE.