miércoles, 3 de noviembre de 2010

Cuentas perdidas

Iglesia de san Agustín. Málaga.

H
Ay días que más valiera escapar por esos arcos del ayer, para ver el arrumaco de una pareja de gorriones, oír la guitarra de un músico callejero, sentir el plácido sol de otoño, al resguardo de un poniente y dejar volar la imaginación camino de otros meridianos.
En cambio asomarse a la TV o la radio supone indigestarse de las elecciones en EE UU, despacharse cuarto y mitad de análisis sesgados de cada experto obamista surgido en este solar. La calculadora tertuliana hace logaritmos insondables con tal de transmitirnos el resplandor de lejanas fumatas, como si fueran éstas las que por regla de tres provocan las más de 4 millones de tarjetas del paro.
Las cuentas no salen, aunque Rajoy para arreglarlas salga ahora con lo de restar los matrimonios entre homosexuales, este tipo talmente parece que asistiera a un incendio y lo único que le importaran fueran los desconchones de la pared de la casa. Guarde en su memoria señor registrador que aquí a la mayoría del personal le trae sin cuidado que cada cual haga de su capa un sayo. Pagar la hipoteca y no quien peca es lo que más de uno se lleva a la cama.

domingo, 31 de octubre de 2010

Horas regaladas



D
Ani nunca pasó de ser un chico atolondrado en sus estudios. Una ecuación de segundo grado le costaba sudor y lágrimas, siempre estaba en compañía de las musarañas. Lo único que dominaba con maestría era la videoconsola y el pirateo. Quemados sus progenitores, por las notas más que mediocres del chaval, lo convencieron para que se matriculara en un módulo de restauración de artesonados. Al menos aprendería un oficio.
La Aljafería era la escuela taller, tarea por delante no le faltaba. A nuestro protagonista  le traía sin cuidado la evolución histórica del edificio, se limitaba a seguir las instrucciones de la monitora de mala gana, en cambio fantaseaba con encontrar un tesoro en algún rincón del palacio.
Al final del viernes se despistó del grupo con una excusa banal; se internó en la falsa cúpula del oratorio para acceder a un nido de vencejos. Cubierto por el polvo y las telarañas de varios siglos halló un diminuto postigo con una cerradura herrumbrosa, era imposible hacerla saltar con un simple destornillador, pero la madera cedió al aplicar el escoplo a los remaches. En aquel hueco descansaban unos frascos y una vitela deteriorada con inscripciones árabes.
El chaval miró el móvil y se dio cuenta que era la hora de cerrar, volvió con el grupo para firmar la hoja de control, pero en lugar de salir con los demás, se despistó en cuanto pudo y se dirigió a su hallazgo. Examinó el pequeño envase de color marrón, aquella esmerada caligrafía le resultaba incomprensible a la vez que magnética, sin pensarlo mucho abrió el tapón sellado con resina e inspiró el aroma del contenido. Jamás había experimentado algo similar, su mente quedó sumida en un largo éxtasis, por el que se transmutó en medio de la noche en los baños del harén del rey Al Muqtadir. Entre risas de las cortesanas fue bañado en la alberca, cuando intentó hablar para pedir explicaciones, Farida, la más hermosa selló su boca con un beso perfecto y un pétalo de rosa. Al salir del agua fue envuelto y frotado con paños de suave lino, por lo que fue inevitable que se despertara toda la fogosidad propia de la edad.
La misma que cerró los labios del muchacho le condujo por todas la voluptuosidades de su cuerpo, hasta sumergirlo en el profundo valle del placer. Farida solo habló al joven cuando este quedó exhausto, con estas palabras: “Aquél que halle el aroma eterno podrá acompañarnos en nuestro destierro, siempre que abra la caja del antes y el después”.
Dani se despertó bien entrada la madrugada, al llegar a casa puso como excusa que había estado de botellón, pero no pudo pegar ojo, las sensaciones se repetían en un bucle sin fin. Escaneó los signos del pergamino para tratar de averiguar su significado.
Terminó el curso a los tres meses sin que descifrara el mensaje. Tras un fin de semana entero encerrado con el portátil, con pruebas infructuosas con todo tipo de programas de criptografía se había rendido. El lunes se pasó por la secretaría para un trámite burocrático, fue de nuevo a su rincón secreto, las sombras que la celosía proyectaban sobre la grafía componían una combinación numérica. Tomó nota sobre el antebrazo, salió aprisa camino del ordenador, pero aquello parecía no encajar en parte alguna. El fracaso era su única compañía.
Al poco tiempo se colocó como vigilante jurado en el palacio de sus sueños, al ser novato le endosaron en seguida el turno de noche. En cuanto se quedó solo introdujo aquellas cifras en la web de seguridad del servidor de acceso a las cámaras. La pantalla cambió el gris anodino por la vida de aquel jardín soñado, extrajo de su bolsillo el perfume y pudo así reunirse con aquella que le conducía hasta extremos imposibles. Desde entonces siempre tiene asignado el turno de noche de forma invariable. Es que hay horas que son regaladas de verdad, no como otras que una teja te quito y otra te pongo.

Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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Tratando la conjución de ocurrencias e imágenes. No pongo música porque se cabrean los de la SGAE.