martes, 13 de octubre de 2009

Mi toma de Setenil de las Bodegas


Setenil de las Bodegas, pueblo serrano por vocación, me tentó este puente, escapada de un día. Población andaluza derramada en torno a la antigua fortaleza almohade, con lienzos de muralla conservados, la que clama a gritos una restauración es la maltrecha torre del homenaje, pero dadas las tupidas telarañas de las arcas y las mentes públicas me temo que no le alcanzará el plan E.
En la explanada, antes destinada a usos militares, los castellanos comenzaron a edificar la iglesia de la Encarnación, pero de reales o maravedís tampoco anduvieron muy sobrados monarcas y obispos, con el IVA sin descubrir todavía, por lo que ni siquiera se llegó a levantar la nave central.
El artesonado de la antigua casa consistorial, hoy dedicada a oficina de turismo, da idea de un esmerado trabajo árabe; nada de usted se lo lleva y usted se marea, con llavecitas “allen” y planos desnortados.
El paseo por calle Herrería, es una lección de diálogo entre la roca y el hábitat humano, tejados y montaña se funden para cumplir su misión al unísono. Para tomar la tensión al pueblo, nada mejor que dejarse caer por las numerosas terrazas de las Cuevas del Sol, el interior de las tascas está ganado a la piedra a base de pico. Ambas márgenes del río Trejo concentran la mayor parte de la riada humana, ya que enfrente, las Cuevas de la Sombra no dejan de suscitar admiración, por la intrincada -a la vez que arriesgada- hibridación entre casas y peñascos. El casco urbano entero resulta un reto donde disfrutar de múltiples rincones con sabor autóctono.

Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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Tratando la conjución de ocurrencias e imágenes. No pongo música porque se cabrean los de la SGAE.