Soñó con llevar su Cenicienta particular al palacio tejido entre los sueños de las madrugadas en vela, decoró sus estancias con los mejores momentos de orfebrería sentimental, encendió mil luces en su cavilar de sonámbulo, labró besos de porcelana en su horno infinito.
Aguardó en la estación horas enteras hasta que pasó el último tren, se repetía mecánicamente: vendrá en el siguiente. Pero sólo quedó la vía muerta de la desilusión. Tuvo que apagar las lámparas de alto consumo emocional con jirones de lágrimas, un lacónico SMS al día siguiente le acabó de laminar: “He decidido quedarme con él. Lo siento”.
Historia inspirada en la visita al palacio del marqués de Dos Aguas en Valencia. Todo es pura quimera, como seguramente también lo fueron las vanidades del hacendado propietario.
Fe de erratas: la foto que aparece como Palacio 22, en realidad es de la fachada de la catedral de la capital del Turia, pero por problemas técnicos no hay forma de eliminarla del pase de diapositivas.