jueves, 20 de marzo de 2008

Otra semana








Miércoles Santo, las carreteras registran colapsos importantes, con muchos automóviles camino de las procesiones, el nómada nunca fue hombre de trono, ni el fervor cofrade le quitó el sueño, pero sí le atraen las alturas, el diálogo de la montaña que permite escuchar tus más raras fabulaciones, esa visión de ave sobre una ínfima parcela del planeta que te eleva por encima de tus miopías materiales.
Dejo un centro que bulle y hace cábalas por el desfile de tropas junto a representaciones supuestamente sagradas, presidido todo por una magnífica tribuna digna de un auto sacramental de la edad media acondicionada con mullidos sillones para las excelentísimas autoridades del siglo XXI. La reventa de sillas en todo el itinerario echa humo como si de un Madrid - Barça se tratase, será una prueba de la devoción popular por espachurrar un buen puñado de euros.
La maroma un pico de relativo fácil acceso, para quien se halle en forma y esté dispuesto a caminar ocho horas, es hoy punto de mira de mis andanzas, bueno hasta donde la rodilla aguante me digo.
El acceso desde el área recreativa el Robledal en las proximidades de Zafarraya ofrece la cara más amable del ascenso, antes de llegar a la adecuación me salen al paso los últimos almendros en flor, en otras latitudes más sureñas ya desnudaron su blanca lencería para vestirse de verde.
El bosque de coníferas que acoge al visitante lo sume en aromas de contraluces y musgos, un concierto de pajaritos entreabre el telón verde oscuro que la naturaleza ha tejido y lo disponen para atacar el ascenso a un dos mil, total sólo son 800 metros de desnivel. A poco que se supera el cruce de barracones se alza soberbia entre un mar de nubes Sierra Nevada en dirección Nordeste-Este y desde de allí regala su moderado viento que a 1.700 metros de altitud, en medio de formaciones basálticas que algún transeúnte aprovechó para construir un improvisado refugio, deja la temperatura en poco más de cinco grados. He superado el mal de altura y de hartura, pero la cascada articulación ha puesto su grito en el cielo.
Tras un bocata de chorizo -sabe a gloria ingerido cuan lagarto pegado a su roca soleada- vuelvo sobre mis pasos maldiciendo la torpeza de la ciencia médica en resolver estas cuestiones en la ciudadanía de a pie, mientras opera milagros con los deportistas de élite, se dirá que están hechos de otra pasta. Sí de mucha pasta.
El retorno a la urbe se complica en los accesos a la capital, mientras los prepotentes coches de más de 24.000 euritos se eternizan, más parados que aviones de mármol por el carril izquierdo en su afán de adelantar, el conocedor de los recodos se zafa por la derecha y se va pensando en una tortilla de espárragos recogidos en alguna recóndita cañada con alguna torrija de postre para compensar tanto gasto calórico.




Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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Tratando la conjución de ocurrencias e imágenes. No pongo música porque se cabrean los de la SGAE.